jueves, 18 de agosto de 2011

Dos voces y un destino

Me he levantado temprano. Al salir de casa he pensado que hoy me la juego en una operación financiera de calado. ¿Y si no sale bien? -ha preguntado mi voz crítica- ¿Por qué no iba a salir bien? -le ha contestado mi voz amable-. Además -ha añadido- si no sale bien sobreviviré. ¿Y si no sobrevives? -ha replicado terca la crítica-. Pues nada, no pasa nada, estará bien.

Quizá he conseguido integrar algo de tantos años de meditación y lecturas taoistas. Quizá ?!

domingo, 24 de julio de 2011

De personas y plantas

Cuan bruja chamánica, los domingos hundo las uñas en la tierra porque es el día en el que me dedico intensamente a la jardinería que tantas satisfacciones proporciona al podar, abonar, conducir las ramas, escarbar, reproducir esquejes y ¡plantarlos!

Esta mañana he descubierto con placer el potencial de aprendizaje de este hobby ya que al plantar tres macetas nuevas con semillas es obligado someterse a la práctica de la paciencia, de la fe, y de la confianza en que -a su tiempo, y con el debido cuidado- nacerán.

Quiero decir que ahora mismo mis terracotas muestran -exclusivamente- la tierra rasa sin apariencia alguna de vida. Dentro de unas semanas -con suerte y mimo- despuntará un primer centímetro de vida que irá creciendo y convirtiéndose en una hermosa planta ornamental.

Me pregunto si la crianza de hijos y nietos, si la profesión docente, y la de coach, no es en gran medida como la práctica de la jardinería: cuestión de cuidado, mimo, paciencia y fe en lo que emergerá -más pronto que tarde- como materialización del latente potencial. Al entrenar ocurre lo mismo: sientes el potencial de los líderes, de los equipos, y tras salir de la zona de confort -dejando atrás las inercias, ideas limitantes, los miedos y anclajes- emerge el primer centímetro de vida que irá creciendo convirtiéndose en un poderoso cónclave humano. Les dejo ahora... regadera en mano me dirijo a la balconada donde ellas (las plantas) sonríen al porvenir.

miércoles, 8 de junio de 2011

Desnudo Integral

No soy un dibujo animado, aunque me río mucho. No soy un modelo de nada, aunque muchos profesionales miran hacia aquí. No soy un consultor, sino un esforzado entrenador. No soy una loca, aunque me siento inadaptada en una sociedad enferma. No soy una santa: cometo pecadillos a diario. No soy una sabia, aunque lo intento con ahínco, para descubrir según avanzo ¡que no sé nada! No soy una buena madre, si bien mi persistencia en el intento es casi obsesiva. No soy una buena hija, y no me siento culpable en absoluto. No soy una buena ciudadana, porque -entre otras cosas- no voto: Todos me parecen un güiñol. No voy a misa, aunque medito y rezo. No me confieso, ante divinos ni humanos. ¡Que me juzgue el más allá y lo haga con benevolencia! Soy un ser humano, tridimensional, con miedos, vergüenzas, limitaciones, defectos, debilidades. De carne y hueso.

sábado, 4 de junio de 2011

La tortuga zen

Llevamos treinta y tres años juntos jugando a encontrar fresas enanas entre los sombríos bosques del País Vasco, cuando llega el mes de junio. De un tamaño tan pequeño como la uña del dedo meñique, les llamamos mañígulis. Son silvestres, de un olor agridulce, y para percibir la intensidad de su sabor has de estrujar tres o cuatro contra el paladar.

Las actividades de un sábado por la mañana consisten en coger mañígulis tras una largo paseo en bicicleta, descubrir en el estanque a una tortuga cuya relajación zen envidiaría un monje del templo Shaolin, y tirar palitos a una rana que practica el desapego: no se inmuta.

Con mi compañero de los últimos treinta y tres años rozo el éxtasis de lo que es, de lo que existe; sin pedirle a la vida más de lo que da a raudales en todas las direcciones en las que nos paremos a sentir, a mirar.

Ya lo dijo el poeta... se hace camino al andar... y aún cuando el sendero tiene sus pronunciadas curvas y puertos de montaña, somos capaces de disfrutar, incluso cuando la visión se torna borrosa producto del cansancio o la vejez.

martes, 31 de mayo de 2011

La Reina del Chipirón

Gracias a que utilizo un pequeño paraguas infantil -que fue de mi hija- nadie me lo roba aunque lo olvide en la cafetería de un aeropuerto durante cuarenta y ocho horas. Es azul, automático, y tiene unas letras de colores en las que pone fashion rain.

Hoy llevo mi paraguas azul-verdoso y un pintalabios naranja propio de las pelirrojas. Esta mañana he comprendido algo que antaño me resultaba misterioso: porqué mi madre se pintaba los labios nada más levantarse, casi al mismo tiempo que ponía en marcha el primer café de la jornada. Me he despertado con la dichosa astenia primaveral, es decir, agotada, y me ha costado remontar el vuelo. Tras el pantagruélico desayuno, la meditación matutina, la ducha y el cepillado de dientes... lo primero que he hecho ha sido pintarme los labios y casi de inmediato me he sentido mejor. Voilá, esto era: el rostro pálido parece una cara, la mueca dormida un ser humano, e incluso -con un poco de imaginación- te reconoces como la belleza que fuiste, antañooo.

Ya en la calle, he pasado por mi cafetería-bollería favorita donde una sableé recién hecha (galleta francesa) y un café americano han hecho maravillas en mi maltrecha astenia. Cuando salía me he encontrado con la Reina del Chipirón, mi amiga Marta, quien tras varias décadas de entregada cocinera en toda clase de festejos familiares se ha atrevido -por primera vez en su historia- con el tradicional plato vasco: chipirones en su tinta, bien negros, bien sabrosos. Le he felicitado por su hazaña ¡estaba tan contenta! y le he propuesto que alcanzado ese desafío se proponga otros. La Reina del Chipirón se ha reído a carcajada sonora mientras se alejaba bajo la lluvia con otro pequeño paraguas infantil de su hija que estudia medicina en Madrid.

Este es un bonito día que comenzó raro. Como digo a mis clientes, siempre vuelve a salir el arco iris: primero el pintalabios naranja, después el paraguas azul, más tarde la galleta sableé blanca y, por último, el negro chipirón. La vida... ¡Tan mágica!

sábado, 28 de mayo de 2011

La vida son conversaciones

Normalmente escribo de un tirón. Hoy he comenzado y borrado nueve traspiés. ¿Mente errática? ¿Cansancio ¿Exceso de temas? ¿Ausencia de temas? Quizá debiera preguntarme por qué escribo, qué me impulsa a volcar en palabras mis percepciones desde que aprendí las vocales con la madre María de mi colegio de monjas al comienzo de los años sesenta. ¡Vaya, parece que el párrafo avanza fluidamente! El caso es que hoy he tenido un día imposible que ha salpicado a mi entorno más cercano. Como saben, trabajo entre 6 y 10 horas diarias, todos los días de la semana, las semanas del año, desde hace 33 años según el informe de mi vida laboral. En la última década mi trabajo son conversaciones profesionales estructuradas entorno a preguntas abiertas, realizadas desde una mente-corazón tan abiertas como puedo. Son muchas conversaciones cada semana, cada mes, año, lustro y este registro va saturando la porosidad de esponja de mi mente, de mi cuerpo ¿de mi alma? de mi oído interno, de mis registros neuronales, de la zona prefrontal de mi cerebro. Cuando llega el sábado (hoy) la esponja destila toxicidad no reciclada de la que debo ocuparme -y lo hago- si bien no siempre con éxito. Hoy, sin ir más lejos, he tenido un día imposible y no he levantado cabeza hasta casi las siete de la tarde.

Recuerdo una conversación con Robert Dilts durante un seminario sobre creatividad aplicada al trabajo de entrenador, de change manager. Era invierno y yo padecía un catarro evidente por lo que nuestros intercambios transcurrieron entorno al concepto de vivir en la zona, algo en lo que Robert pone especial atención en su propia vida y formaciones.

Vivir en la zona tiene una dimensión trascendente que se vertebra entorno a la escucha de las necesidades propias y ajenas, por ese orden porque difícilmente se puede colmar a otro desde la carencia. Cuando me torno imposible es un síntoma claro de que no he escuchado mis necesidades de descanso, de lectura, de ejercicio físico, de zumos, de horas de sueño, de diversión, de contemplación... es una consecuencia de ausencia de equilibrio que cuando emerge en forma de dolor (corporal), mal humor (emocional) o autismo, interpreto como un grito, un S.O.S, que salta como una alerta para que lo atienda.

Dos horas de playa, dos horas de lectura inspiradora, dos horas de siesta, dos horas de limpieza amorosa de plantas, ropas y enseres y ¡voilá! como nueva. Vivir en la zona ¡gracias Robert!

domingo, 22 de mayo de 2011

Midnight in Paris

Acabo de ver la última película de Woody Allen, donde el acto de escribir queda reflejado como la captura de "la mariposa de la realidad" en una tupida red de palabras.

Quienes amamos la escritura nos volcamos en vivir para observar, observar para entender, y entender para narrar. Y -al igual que el personaje principal de la película- practicamos la simultaneidad entre los planos (real e imaginario) y los tiempos (presente, pasado y futuro). Cuarenta años de psicoanálisis aportan mucho registro al genial cineasta.

Woody Allen rinde homenaje al viejo continente -donde ha cosechado más reconocimiento que en su Norteamérica natal-, rinde homenaje a la capital romántica (París), y rinde homenaje a los grandes de la literatura y de la pintura: Picasso, Dali, Buñuel, Gertrude Stein, Hemingway... bajo la tenue luz de las farolas, donde un guionista de Hollywood conecta con su propio sueño: ser escritor de novelas al mismo tiempo que se permite sentir, crear, bailar y reír como nunca con anterioridad. La comedia resulta casi insulsa y parece como si Allen, de 75 años, dejase en este filme un legado de corte intelectual cuajado de genios referenciales, como si quisiera ir despidiéndose de su público cada vez más madurito. Excelente fotografía del mejor París turístico con primera dama (Carla Bruni) incluida en el reparto. Fuera de concurso, Midnight in Paris inauguró la 64 edición del Festival de Cine de Cannes.