domingo, 22 de mayo de 2011

Midnight in Paris

Acabo de ver la última película de Woody Allen, donde el acto de escribir queda reflejado como la captura de "la mariposa de la realidad" en una tupida red de palabras.

Quienes amamos la escritura nos volcamos en vivir para observar, observar para entender, y entender para narrar. Y -al igual que el personaje principal de la película- practicamos la simultaneidad entre los planos (real e imaginario) y los tiempos (presente, pasado y futuro). Cuarenta años de psicoanálisis aportan mucho registro al genial cineasta.

Woody Allen rinde homenaje al viejo continente -donde ha cosechado más reconocimiento que en su Norteamérica natal-, rinde homenaje a la capital romántica (París), y rinde homenaje a los grandes de la literatura y de la pintura: Picasso, Dali, Buñuel, Gertrude Stein, Hemingway... bajo la tenue luz de las farolas, donde un guionista de Hollywood conecta con su propio sueño: ser escritor de novelas al mismo tiempo que se permite sentir, crear, bailar y reír como nunca con anterioridad. La comedia resulta casi insulsa y parece como si Allen, de 75 años, dejase en este filme un legado de corte intelectual cuajado de genios referenciales, como si quisiera ir despidiéndose de su público cada vez más madurito. Excelente fotografía del mejor París turístico con primera dama (Carla Bruni) incluida en el reparto. Fuera de concurso, Midnight in Paris inauguró la 64 edición del Festival de Cine de Cannes.

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